¿Qué es diseñar?
El diseño busca mejorar y facilitar, o al menos ese se suponía que fuese su propósito. Sin embargo, muchos diseños más ¨modernos¨ hoy en día favorecen la sobreproducción y muchos “avances tecnológicos” verdaderamente se han convertido en retrasos que no mejoran y facilitan el “user experience”. Un claro ejemplo fue la decisión de Apple de eliminar el puerto de audífonos en sus versiones recientes del iPhone y fusionarlo con el puerto de carga. El razonamiento para este cambio es que ahora se favorece el uso de los audífonos inalámbricos. Por ende, obliga al consumidor a comprar los inalámbricos que son más costosos o gastar más dinero en un tercer producto, el adaptador, para poder cargar el celular y escuchar música a la vez. Lo que antes era una opción incluida, ahora se volvió una limitación. Además, ahora también debes cargar los audífonos; si te quedas sin batería, no puedes escuchar música. La comodidad y la eficiencia ya no son un requisito del diseño, sino que un lujo. Mientras menos eficiente es un producto, más te obliga a consumir otras cosas para solucionar
el problema que está creando el mismo diseño. En este tiempo y sociedad en la que vivimos, el diseño no es un proceso o herramienta para facilitar, sino que un modo para alimentar el consumerismo y el capitalismo.
La arquitectura, siendo parte de la rama del diseño, se debe practicar de la misma manera, siguiendo el propósito original del mismo. No obstante, emulan la misma problemática mencionada anteriormente. Los espacios que ocupamos y la manera en que son diseñados dictan la forma en que habitamos en ellos. La manera en que se desarrolla una estructura y sus espacios te dan a entender su función. Volvemos a la creación de experiencias, un espacio que afecta tu ánimo, el aspecto psicológico, además de lo físico. Se ha visto cómo un buen diseño de espacio puede contribuir o afectar a la productividad de una persona. Esto también se aplica a los espacios destinados a la relajación y el descanso, que tienen un impacto directo en la salud de las personas. Mucha de la arquitectura se enfoca en la promoción del ser humano como máquina de producción. No se vive para el bienestar del ser sino que se vive para ser máquina de trabajo. Hacen falta más espacios que fomenten el desarrollo humano como personas, espacios que fomenten la creatividad, la expresión, la ideación y que fomenten la posibilidad de meramente existir y formar parte de una comunidad. En cambio, lo que vemos son diseños que deshumanizan. Por ejemplo, la llamada arquitectura hostil, la cual se implementa en espacios públicos, elementos como puyas y bancos segmentados para limitar que las personas se recuesten o descansen en esos lugares, en específico la comunidad de personas sin hogar. Lo cual lleva a una mayor exclusión y “limpieza social”, la gentrificación.
En conclusión, el diseño, ya sea en productos o en arquitectura, debería ser una herramienta al servicio de la humanidad, creada para mejorar la calidad de vida, facilitar la interacción y promover el bienestar. Sin embargo, en la práctica, tanto los avances tecnológicos como la arquitectura contemporánea parecen desviarse de ese propósito original, favoreciendo intereses comerciales que alimentan el consumismo y la exclusión social. Los productos se diseñan no solo para satisfacer una necesidad, sino para generar nuevos gastos y problemas, mientras que los espacios arquitectónicos, en muchos casos, priorizan la eficiencia productiva sobre el bienestar humano, creando entornos que alienan y deshumanizan. Es necesario reorientar el diseño hacia su función esencial: resolver problemas y fomentar un mundo más justo, accesible y humano. Debemos recordar que el verdadero diseño no solo resuelve una necesidad funcional, sino que crea experiencias que enriquecen la vida de las personas y promueven un sentido de comunidad, respeto y bienestar.

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