Las Catedrales Góticas
Uno de los elementos más importantes para lograr estas construcciones fue el uso de los arbotantes y contrafuertes. Estos sistemas permitían dirigir el peso del edificio hacia el exterior, reduciendo la carga sobre los muros. Gracias a esto, los muros podían perforarse más sin que la estructura colapsara, lo que marcó un cambio importante en la arquitectura gótica. El muro dejó de ser un elemento sólido y pesado, y pasó a permitir mayor apertura y ligereza dentro del edificio.
Las grandes entradas de luz son un aspecto fundamental del gótico. La luz no solo cumple una función práctica, sino también simbólica, ya que representa la divinidad. Este concepto puede relacionarse con Santa Sofía, donde el uso del claristorio crea la ilusión de que la cúpula flota, haciendo que la estructura se perciba más ligera y elevada. Los vitrales y los rosetones juegan un papel clave en este efecto. Los rosetones, generalmente ubicados en las fachadas principales y en los transeptos, permiten el paso de grandes cantidades de luz mientras mantienen la estabilidad estructural gracias a su diseño geométrico y radial. Además de su función técnica, los rosetones tienen un fuerte valor simbólico, ya que sus formas circulares y sus composiciones de color refuerzan la idea de perfección, orden y presencia divina. La luz que atraviesa estos vitrales circulares transforma el espacio interior y crea una atmósfera espiritual.
Por último, en los arcos ojivales o apuntados también se pueden identificar influencias de culturas del Medio Oriente y del mundo islámico, especialmente a través de la arquitectura andalusí. Estas formas llegaron a Europa mediante el contacto cultural y el intercambio de conocimientos. Esto demuestra que la arquitectura gótica no se desarrolló de forma aislada, sino que fue el resultado de la combinación de ideas, técnicas y tradiciones de distintas culturas, lo que enriqueció su lenguaje arquitectónico.



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